
Como siempre pasa solo hay un país ganador, el resto se queda con tristezas y tal vez algunas pocas alegrías y victorias en el camino. Cuando un final nos decepciona nos sentimos hasta físicamente mal, queremos patalear, volver el tiempo atrás, olvidarnos de todo. Con el mundial de fútbol es fácil sentirse mal, porque lo esperamos ansiosamente y la expectativa no deja de crecer hasta que vemos acercarse rápidamente la pared contra la que chocamos, porque la gran mayoría de los perdedores deben esperar cuatro años más para una nueva oportunidad.

A veces me siento como ese país chiquito que apenas, si tiene suerte, lo van a dejar participar. Que además el lugar que se gane costará enorme esfuerzo y sacrificio, y que aún logrando entrar al círculo selecto las posibilidades de sobresalir son mínimas, posiblemente nadie se acuerde luego de él y tenga que volver a empezar desde el principio. Todos nos sentimos así a veces, y a pesar de todo nos levantamos nuevamente y seguimos insistiendo, porque sabemos, al final de cuentas, que el camino recorrido es tan importante como llegar a la meta.
Comentarios
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Los comentarios nuevos no están permitidos.