El Crimen Perfecto
Cometí el crimen perfecto. Fui el ideólogo, autor y también ejecutor de la obra. No es una tarea fácil, en los libros y películas el detective casi siempre resuelve el misterio al encontrar un error muy pequeño, un cabo suelto entre los innumerables hilos que deben tenerse en cuenta en la planificación. En cambio, cuando el delincuente se sale con la suya, es una mente brillante a quien todos, incluso los agentes de la ley, reverencian. ¿Cómo sé que el mío fue un crimen perfecto? Porque hay un detalle que todos los criminales pasan por alto pero yo tuve muy en cuenta.

Esto sucedió no hace mucho tiempo pero tampoco fue hace poco. Perdónenme que no sea muy preciso y los datos sean más bien vagos, aunque esta sea una confesión anónima no quiero exponer más de lo necesario. Pero es cierto que de todas formas ya perdí la claridad sobre cómo se dieron algunas circunstancias.

Es verdad que se requiere un alto grado de inteligencia, pero más importante es no creer que uno es el más inteligente. También, por supuesto, es fundamental pensar en todas las alternativas y entender las múltiples ramificaciones de cada acto. No basta con tener una atención extrema en descubrir las huellas que vamos dejando, sino que además debemos desglosarnos y convertirnos en todos los objetos y personas que nos rodean: ser aquella mesa, vivir por aquella persona.

Yo estuve viviendo en la piel de mi víctima tanto tiempo que fue como vivir mi propia vida. Pude respirar y sentir en otro cuerpo como si fuera el mío, pero a la vez teniendo plena conciencia de ambos, como una vieja maldición que tengo que me obliga a ponerme en los zapatos de todos para poder conocer y valorar con justicia cada postura, a veces siendo simultáneamente ambas caras de la misma moneda. ¿Qué fue lo que le hice (o me hice a mí mismo)? No importa cuál fue mi pecado, eso quedó en el pasado.
Estoy listo para revelarles mi secreto, el ingrediente final para la fórmula perfecta.

Empeñé mucho tiempo convenciéndome, muchas veces con mentiras, de que aquello fue solo una invención mía, de que nada pasó realmente, intentando dejarlo atrás. Comencé a vivir el resto de mi vida como si nada hubiera ocurrido y comprobé que mi plan no estaba errado porque al final de cuentas la mejor forma de limpiar todo rastro del hecho es negar (negarnos) completamente su existencia.

Les pido perdón, me pido perdón si hice algo indebido. A veces ya no sé lo que es verdad o mentira, recuerdos o apenas mi imaginación. Vivo lleno de culpa por cosas que pude haber hecho alguna vez y es lo único que me queda en la vida pues nada bueno ni nada malo parece haber sobrevivido. El crimen perfecto es aquel que luego de mucho sufrimiento logramos por fin olvidar al punto de dudar sobre su existencia en el pasado. Pero si tenemos dudas es porque no nos dejó nada concreto que lo confirme, ya que nos encargamos fervientemente de borrar todas las huellas. Ahora sé que con el crimen perfecto nada se gana más que dolor.
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