En Lo Más Alto
Se fue Amy Winehouse hace pocos días. No fue demasiada sorpresa de acuerdo a lo que llegamos a conocer de su vida, pareció un final anunciado que se leía hasta en sus canciones, pero volvió a recordarnos al llamado "Club de los 27" integrado por otros músicos famosos como Brian Jones, Jimi Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison, Kurt Cobain y muchos más, quienes también murieron por diversas causas a los 27 años en lo más alto de su carrera. No son pocas las celebridades que desaparecieron bruscamente en su juventud dejándonos más preguntas que certezas. ¿Acaso fue éste el precio que debieron pagar al Diablo por tanto talento, por la fama y el dinero conquistados?

En la novela "Siete Mujeres" del escritor francés Guy des Cars, a semejanza de la historia de Fausto pero más cercana a nuestra época, un enigmático personaje se vale de las artes demoníacas para que inocentes mujeres le cedan un año completo de su vida a cambio de la felicidad por el resto de la misma. Pero no cualquier año: el vigésimo sexto. ¿Por qué eligió no tomar de ellas el año vigésimo o el número 27? En un párrafo de la novela justifica un poco esta decisión: "Porque sabía que a los veintiséis años (ella) se encontraba en el apogeo de su belleza, que jamás había sido tan bella antes y que lo sería menos si envejeciera solamente un año."

Si el Demonio camina entre nosotros tentándonos a firmar con sangre un pacto por sus favores, hay quienes consiguieron rechazar su propuesta o lograron negociar también una larga vida. El terrenal Diego Maradona posiblemente llegó a la cima de su carrera a los 25 años, en el Mundial de fútbol de 1986, y si hubiera tenido una muerte a esa escasa edad seguramente se habría convertido en una leyenda eterna, un ícono inmortal, intocable, incuestionable, indestructible. En cambio, poco tiempo después comenzó su declinación con varios tropiezos y caídas que lo llevaron hoy, fuera de las canchas, a tener tal vez más detractores que seguidores. En su peor momento, olvidado y destrozado físicamente, él mismo gritó que todavía tenía mucho por vivir, que no quería morir y convertirse en mártir, aún debiendo soportar un otoño de amarguras y derrotas.

Creo que el envejecimiento es una de las injusticias más grandes de la Naturaleza. Ella tendrá sus razones, será sin dudas parte de su plan para que la vida funcione, aunque nuestros científicos no comprendan del todo todavía por qué existe o cómo son los mecanismos internos que disparan el desgaste y posterior colapso general del cuerpo. No estoy hablando en contra de la muerte, no me malentiendan, después de todo es solo otra necesaria parte de la vida, pero sí me parece que ésta sería mucho más interesante sin la vejez.

"(La Vida) implica las capacidades de nacer, crecer, reproducirse y morir, y, a lo largo de sucesivas generaciones, evolucionar". Imaginen cómo sería vivir sin la superflua, malvenida senectud: naceríamos y creceríamos desarrollándonos como estamos acostumbrados hasta llegar a lo más alto de nuestro potencial (no una edad exacta, me refiero a un estado físico y mental completos) y utilizaríamos a pleno nuestras capacidades hasta el último día que nos es dado.

Retomando el ejemplo de Maradona, podría existir un Pelé, rey en su trono, a quien de repente se le presenta un retador a su corona. Podríamos tenerlos a ambos en la misma cancha disputando el título de mejor jugador, los dos desplegando lo mejor de sí. Y el duelo se podría repetir año tras año, sería un gran espectáculo. Un día incluso aparecería un tal Lionel Messi y las cosas se pondrían mucho más interesantes todavía.

Habría músicos prolongadamente jóvenes y rebeldes desplegando su arte durante décadas, varias generaciones de padres, hijos y nietos en el mismo escenario compartiendo banda, creando juntos para dejarle al mundo una herencia más vasta. En las películas los actores podrían representar al mismo personaje por cuanto tiempo quisieran, un James Bond, un Indiana Jones que no envejecen. Los artistas (y las personas en general) no serían ya más juzgados por ser inmaduros inexpertos ni reconocidos recién al alcanzar su vejez. En nuestra vida diaria no nos preocuparía la caída o encanecimiento del pelo, ni los ojos nos pedirían lentes cada vez más gruesos, ni el cuerpo nos recordaría a cada rato que los años duelen.

Y lo mejor de todo es que, sin el decaimiento natural que la edad trae, dependería de nosotros aprovechar la oportunidad para fijar nuestra meta más arriba y trabajar para superarnos, entrenar nuestro cuerpo para lograr mayor fuerza o agilidad, cultivar la mente con mayores conocimientos. Tal vez un día la ciencia invente una pastilla que haga posible todas estas cosas, la gente tomará una cada mañana y viviremos felices (no garantizado) sin envejecer hasta que la cuerda se corte porque sí, porque simplemente nuestro tiempo se acabó.

Uno de los razonamientos que utilizo para explicar el sentido del Universo todo es que, aunque vivamos una o infinitas vidas, estamos acá para evolucionar y mejorarnos continuamente, para no conformarnos recordando que lo mejor ya pasó sino sabiendo que aún está por venir, para que la búsqueda sea siempre hacia arriba, subiendo hasta encontrar nuestro punto más alto.
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