La Lista de Federico
- ¿Y ahora qué vamos a hacer? -preguntó casi en un susurro Paula a su hermano mayor. Mirando hacia atrás encontró cerca los ojos de su tío, bastante alterado cumpliendo con la tarea de cuidarlos un rato mientras no hubiera nadie mejor.

- Mamá está muy triste, no para de llorar. -dijo Santiago- No entiendo por qué él decidió irse ahora en mitad de las vacaciones... nos abandonó a todos. ¡No se lo voy a perdonar nunca!, siempre supe que Federico no era del todo feliz con nosotros como si algo le faltara, como si viviera intentando llenar un hueco...

- Puede ser -respondió pensativa la hermana, recordando algo de pronto- No digas nada todavía, pero fijate este cuaderno que encontré entre sus cosas. Tiene como 200 páginas llenas de anotaciones en todos los renglones, supongo que es un trabajo de varios años. Mirá el título.

- "Cosas que hay que hacer al menos 1 vez en la vida". ¿Qué es esto?

- No estoy segura, pero en los últimos días parecía que no hacía otra cosa más que escribir esta lista. Es solo un borrador, me parece que la definitiva la tenía en la computadora y se llevó una impresión, sino no entiendo que haya abandonado el cuaderno. Tiene escritas cosas muy raras, algunas comunes como "tener un hijo", "escribir un libro", "plantar un árbol", o "enamorarse" junto a cosas extrañas como "entrar a un lugar lleno de gente y gritar '¿Hay algún médico en la sala?' "

Santiago comenzó a leer en voz alta algunas líneas al azar:
    Levantar un barrilete y hacerlo volar sin que se caiga.
    Tener una mascota, cuidarla, protegerla y quererla mucho.
    Ver un amanecer y la puesta del Sol en el mismo día.
    Entender al fin cómo piensan las chicas (intentarlo al menos).
    Reír tontamente por muchísimo tiempo, hasta que el cuerpo duela.
    Llorar sin consuelo todo un día por alguien perdido.
    Defender como sea, incluso a trompadas, una causa justa.
    Lograr evitar una pelea usando la razón antes que la violencia.
    Hacer todo con la meta de vivir sin la necesidad de una mentira.
    Viajar por el mundo hasta encontrar nuestro lugar en esta Tierra.
    Soñar un sueño imposible y mantenerlo vivo hasta probar lo contrario.
    Competir con alguien a quien le importe y jugar sin importar el resultado.
    Tratar de no pensar, no memorizar nada. Vivir lo que llega y ya.
    Especializarse en algo, cualquier cosa, como si intentáramos ser el mejor.
    No hacer nada, porque sí. Ver los autos pasar, ver aviones despegar.
    Hablar toda la noche con amigos hasta no saber qué hora es.
    Obedecer ciegamente a alguien, con miedo, con amor.
    Recorrer una larga ruta descubriendo lo que está más allá del horizonte.
    Agradecer con el alma a aquellos que nos ayudan y nos quieren bien.
    Sorprenderse con los ojos bien abiertos y las manos a los lados de la cara.
    Pedir perdón sinceramente sin vueltas.
    Cambiar los pañales a un bebé. Enseñar a un niño a atarse los cordones.
    Convencerse de que es posible vivir un tiempo infinito con alguien.
    Guardar un secreto sin revelarlo jamás.
    Oler un perfume que nos traiga un viejo recuerdo. Revivirlo una y otra vez.
    Pensar en el azar como si pudiéramos anticiparlo, pero despreciarlo luego.
    Ser un héroe para alguien habiendo hecho algo desinteresado.
    Buscar cuál es la última pregunta e intentar responderla sin enloquecer.

Se quedó en silencio de repente, hojeó el resto del cuaderno y lo cerró bruscamente. Ahora Santiago fue el que preguntó a su hermana: - ¿Y ahora qué vamos a hacer?

- Nosotros no sé... Cuando vuelva mamá le vamos a contar esto, pero la lista tiene muchas cosas ¿por dónde habrá empezado?

- Creo que él sí tenía claro qué hacer. Sabía que con tantas cosas pendientes y tan poco tiempo, necesitaba ponerse en movimiento lo antes posible, no podía perder un minuto más... No puedo creer que nuestro hermanito Federico se haya ido de casa y en este momento esté solo ahí afuera, seguramente con miedo pero decidido a empezar desde temprano a cumplir con todos los puntos.
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