El Protector (Fábula)
Cuentan antiguas historias que hace mucho, pero mucho tiempo llegó una persona desconocida a La Ciudad que era bien distinta al resto de los habitantes. Nunca supieron cuál era su verdadero nombre y por eso nada más se lo conocía por su apodo "El Protector", pero tampoco se sabía otra cosa de él ya que no respondía demasiadas preguntas y ninguna sobre temas personales. Lo primero que les llamó la atención fue que no hablaba mucho pero cuando lo hacía era solamente para ayudar a las personas como si las conociera de toda la vida, y todo lo que decía era correcto, nunca podía ser cuestionado porque aquellos que lo escuchaban sabían que siempre tenía razón.

Pero la característica más impresionante era que, aunque jamás podía ser encontrado en lugar alguno, parecía estar en todas partes y se presentaba cuando más se lo necesitaba para resolver los problemas de las personas o corregir una situación. Claro que no se lo podía llamar así nomás cuando uno necesitaba un favor, o cuando se lo buscaba para hallar la respuesta a un tema complicado. No, él brindaba su ayuda inesperadamente cuando algo podía salirse de control de forma tal que alguien pudiera resultar herido, de ahí su apodo.

Por ejemplo, cuando una discusión se tornaba demasiado candente, las amenazas empezaban a surgir y la pelea era inevitable, entonces aparecía El Protector como surgido del aire mismo para calmar las aguas, pronunciando palabras que sonaban simples pero con mucho sentido, hasta que todo aquel que lo escuchaba sentía vergüenza de haberse comportado tan irracionalmente y lo único que deseaban era volver a sus hogares con la cola entre las piernas y repensar su actitud ante la vida.

Por supuesto que siempre estaba allí cuando alguna pobre alma era atacada por alguien malvado, no había lugar para las injusticias. Ya no se produjeron más robos, abusos ni violaciones, incluso los accidentes causados por irresponsables ya nunca más se vieron en La Ciudad. De forma misteriosa, el héroe parecía saber lo que iba a pasar y actuaba rápida y eficazmente para prevenir cualquier desastre, aunque solo si los hechos ocurrían por acciones (o inacciones) de las personas.

Todos estaban felices pero también un poco atemorizados por la presencia de El Protector, en especial cuando éste se hacía presente de repente frente a ellos en la intimidad. Si alguien se sentía desdichado al punto de querer suicidarse, aquél se manifestaba para convencerlo de que su vida podía cambiar para mejor, lo cual solía suceder con el tiempo. El éxito de sus apariciones se repetía constantemente, sin embargo no se mostraba de igual forma para todos: algunos lo conocían como alguien comprensivo que los acompañaba y asentía cuando hacían las cosas bien, otros lo soportaban como alguien en extremo exigente que los acechaba reprobándolos todo el tiempo al oído.

Con el tiempo, sin embargo, empezó de a poco a aparecer más esporádicamente y apenas si se hablaba de él. Los niños y adolescentes de las nuevas generaciones que fueron surgiendo, o los recién llegados desde otras ciudades casi con seguridad nunca lo conocieron, aunque los que sí lo hicieron lo llevaron grabado por siempre. Pero la razón de su desaparición fue sencillamente que comenzó a ser cada vez menos necesario, porque de alguna forma su sabiduría había prendido con tanta fuerza en el interior de las personas que cada uno se movía ante la vida como si supiera o pudiera inferir todas las respuestas.

Al final, El Protector se convirtió en una leyenda, alguien o algo que está o estuvo alguna vez presente pero no es seguro afirmarlo. Aquellos que se empeñaron en la tarea de analizar el mito luego de incontables años, no llegaron a ninguna conclusión pero coinciden en que la profundidad del conjunto de historias que se repiten de boca en boca está apoyada en un convencimiento tal de los habitantes de La Ciudad que es muy difícil dudar de su veracidad.

Sea lo que sea que haya ocurrido con esta gente, lo que es seguro es que hay una presencia en todos ellos que permanece a lo largo de las eras. Como un conocimiento, una guía de alguna forma similar a la razón de la conciencia, pero no es solamente eso, sino también el haber aprendido a escuchar esa voz interior a cada paso, en lugar de ignorarla.

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