Un Punto de Apoyo (Pasaje de Tren 4)
Hay un árbol que crece junto a la estación Belgrano C del tren Mitre. Posiblemente nació con la estación misma o al menos fue plantado en ese lugar cuando se realizó una extensión del andén (vaya uno a saber hace cuántos años), según se puede adivinar por indicios de algunos escalones que existían allí donde finalizaba anteriormente.

Este árbol siguió creciendo haciéndose más grande y grueso cada día, hasta que en determinado momento comenzó a crecer a través de la valla y encima del andén mismo formando un pliegue muy curioso, como la piel de una barriga apretada por un cinturón, en el punto donde empezó a apoyarse sobre la plataforma.

Para el árbol, esta construcción de cemento pasó con el tiempo a formar parte de sí mismo sin darse cuenta: cuando ya no hubo lugar suficiente para crecer continuó expandiéndose sobre la laja que además de contención terminó dándole una base firme que lo hacía más fuerte.

Los años pasaron y hoy el árbol está completamente integrado a la estación por lo que si ésta desapareciera de repente, ni sus raíces que no crecieron lo suficiente de ese lado, ni su tronco desbalanceado donde no necesitaba otro apoyo más que el andén, podrían sostenerlo.

Es muy probable que el árbol siga allí todavía hasta los últimos días de la estación Belgrano C como la conocemos, cuando sea reconstruida en algo mayor y mejor, o sea cerrada y demolida para utilizar el espacio en otra cosa. Ese día llegará y el árbol no lo sabe pero de un día para el otro toda la confianza que había crecido en él diciéndole que el mundo debajo era sólido e inmutable desaparecerá completamente.

Quizás, si tiene suerte, las mismas personas que le quiten su andén sean las mismas que vean que ya no puede mantenerse en pie por sí mismo y lo ayuden buscándole otro soporte, ¿quién sabe?

Cuando el tren pasa todos los días a su lado no puedo dejar de pensar en la ignorancia del árbol. No puedo apartar de mi mente la imagen del tonto árbol creyéndose poderoso con la soberbia de quien alza sus ramas sabiendo que es único y eterno, y que no necesita de nadie más.

¡Estúpido árbol! Me alegra ser humano y tener un cerebro pensante para darme cuenta a tiempo de las cosas por mí mismo.
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