
Probablemente alguna vez habrás notado cómo la fábrica de la naturaleza nos brindó una programación básica, que nos sirve durante toda la vida para intentar sobrevivir a los diferentes peligros y problemas varios que se nos presenten, o al menos esto solía ser cierto en tiempos más simples. Los ejemplos son claros, la sed y el hambre, el sueño, primero nos avisan y después nos hacen doler si no les hacemos caso. Algunos de estos mecanismos fundamentales están tan incorporados de forma automática que no nos damos cuenta de que los estamos llevando a cabo, como respirar o pestañear. Son muy interesantes de comprobar si se tiene un gato a mano, por ejemplo arrojándolos sobre una cama (no hace falta arrojarlos por la ventana) para verificar cómo instintivamente todo su cuerpo flexible se retuerce y con ayuda de la cola, se acomoda en posición para una caída perfecta. La prueba que más me gusta es mecerlo como a un bebé y ver como siempre mantiene la cabeza inmóvil a pesar del movimiento del cuerpo. Esta es una gran habilidad, parte de un complejo mecanismo de cacería que puede verse también en gatos más grandes, con la vista constantemente fija en la presa.

El hombre es un animal de costumbres, y sin embargo somos en comparación el ser vivo menos consistente y predecible. Nacemos y crecemos, y buscamos un camino propio toda la vida, pero descubriendo, a veces tarde, que la sociedad nos llevó de las narices gran parte del viaje. Creamos con tiempo y paciencia, estudio y trabajo, una imagen soñada. Llegamos a la cima sintiéndonos todopoderosos y sabios, con el conocimiento del mundo en los ojos, desafiantes. Hemos elaborado finalmente las costumbres de humano, y nos gusta ser adultos responsables y rutinarios. Los animales tienen costumbres, nosotros tenemos intereses cambiantes, sueños a cumplir, sueños olvidados, sueños compartidos, gustos adquiridos, comezón del séptimo año, hormigas en el trasero.
Al ver viejas fotos y filmaciones tenemos la certeza de que ya no somos esa persona, a veces al punto de negar lo que fuimos, otras veces queriendo recuperar lo que ya no es. Intentamos ser confiables y constantes para los demás pero solemos fallar miserablemente incluso en la fidelidad con nosotros mismos. Escribo estas palabras llenas de criterio y significado, pero lo que busco desesperadamente es una respuesta. ¿Acaso vamos cambiando mentalmente de la misma forma que nuestro cuerpo se va desgastando y envejeciendo? Quiero creer que es evolución y no desvío, que es búsqueda y no pérdida, ambición y no resignación, y que la diferencia con el gato es que tenemos tanta vida que vivir que a veces nos distraemos un poco.

¡Quiero terminar esta carta con la certeza de que nos queda mucha vida para crecer! Podemos elegir seguir viviendo como humanos o imitar las costumbres de gato, siendo felices con lo que nos trae el día. Dormir en paz y sin culpas. Regresar de un enojo al rato como si nada hubiera pasado. Pasear cuando hace buen tiempo y acurrucarse con el frío y la lluvia. ¡Amar a los gritos!
Comentarios
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Los comentarios nuevos no están permitidos.