
Se inicia muchos septiembres atrás, cuando por esas casualidades de la vida mi hermano más cercano y yo estábamos convirtiéndonos en padres. Mi hijo nació a fines de julio y el de él a mediados de este mes, hace 12 años. En el primer capítulo de esta historia conocí a los principales protagonistas y también en circunstancias poco comunes, ya que se trataba de una joven pareja cuyo hijo, su primogénito, nació el mismo día y en el mismo lugar que mi sobrino, y desde ese momento ambas flamantes familias se hicieron amigas. Algunas veces son extrañas las razones por las que elegimos a nuestros amigos, pero creo que el principal factor es aquello que tenemos en común, y compartir tan enorme felicidad en una experiencia única y nueva para ellos fue la mejor razón posible.

Los primeros cumpleaños fue muy divertido ver cómo iban creciendo esas criaturas redondeadas constantemente midiendo sus posibilidades y obligando a ponerles no solo límites sino fronteras reales para que no rompan todo y se rompan ellos. Al ir convirtiéndose en personitas con el correr de los festejos anuales, uno podía ir descubriendo las distintas personalidades que se iban formando, el tímido o el hiperactivo, y encontrar en sus ojos la inteligencia de un ser que nos cuestiona aún cuando no dice nada.
A los pocos capítulos me enteré que este joven amiguito de mi sobrino tenía un tumor. Fue una de esas tantas injusticias que le suelen ocurrir a los más inocentes y nos dejan tan desnudos parados sobre piernas flojas sin encontrar una explicación. Empezó simplemente con un "Mamá, me duele la rodilla" como si fuera una pequeña cosa más del crecimiento, un golpe, una caída, un día normal de niño. El paso de la incertidumbre a la certeza fue muy rápido y nada fue igual desde entonces, ya no habría más días comunes y corrientes. Demasiado pronto, ya iba por la vida sin su pelito rubio, peladito a causa de los tratamientos disponibles. Y así tengo presente la imagen del último capítulo que compartimos juntos, injustamente joven para no tener más cumpleaños, tan joven que las fotos que conservo de ese festejo fueron tomadas en un pelotero. No estoy seguro de cómo y cuándo esta pareja pudo continuar con su vida después. Nada nos prepara para soportar tanto dolor y aunque, de alguna forma, finalmente lo hagamos, son cosas que nos acompañarán cada día del resto de nuestra vida.

Sin embargo, no estaba escrito en el destino que había terminado la desdicha de nuestros amigos y por fin podrían tener paz. Cerré mi libro este año con la noticia de que el ya no tan joven padre de esta familia había fallecido de un ataque cardíaco. No sé mucho más, si venía padeciendo de problemas de salud, si no se cuidaba o traía antecedentes de sus padres, lo único que sé es que seguramente su corazón se había roto mucho tiempo antes y posiblemente nunca pudo sanar. Tal vez como una afirmación sobre la estadística de que las mujeres son más fuertes que los hombres, en nuestro festejo anual nos acompañaron únicamente madre e hija, y la pequeña con su pelito rubio es la imagen viva de su padre y su hermano.

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